“Siempre compartir la alegría de ser cristiano, señala un horizonte bello y ofrece un banquete deseable”
¡Saludo con gran alegría a todos ustedes!
Es un gusto poder compartir con ustedes lo que ha significado estar en un lugar como éste, una bendición de estar en un lugar que vio nacer la fe de la iglesia unificada. Los primeros días de nuestra llegada a Roma, recuerdo que fueron muy significativos porque fue integrarnos a esta experiencia que Dios nos concede; al final del tiempo de integración de nuestra comunidad sacerdotal, tuvimos la experiencia de estar presentes en la audiencia con el Santo Padre el Papa Francisco, fue la primera vez para muchos de los que estábamos ahí, escuchar y sentir la voz de un Pastor, su cercanía, el poder experimentar la fuerza, alegría y esperanza que trasmite como vicario de Cristo en la tierra.
Es la alegría que trasmite el santo Padre en todo aquello que nos dice porque brota del evangelio que es Jesucristo. También puedo compartir las palabras del Papa Francisco que han resonando en mí de manera intensa y han sido también motivo de esperanza para seguir adelante en la vida sacerdotal: “Cuando tocamos algo, dejamos nuestras huellas dactilares. Cuando tocamos la vida de la gente, dejamos nuestra identidad. La vida es buena cuando estás feliz; pero la vida es mucho mejor cuando los demás son felices gracias a ti.
Ser fiel a tocar los corazones de los demás es una inspiración. Nada es más importante y digno que la práctica de ser un canal de bendición de Dios. Nada en la naturaleza vive para sí mismo. Los ríos no beben de su propia agua; los árboles no comen su propia fruta. El sol no brilla para sí mismo; y las flores no extienden su fragancia para sí mismas. Jesús no se sacrifica para sí mismo, sino para nosotros. Vivir para los demás es una regla de la naturaleza. Todos hemos nacido para ayudarnos mutuamente.
No importa cuán difícil es la situación en la que se encuentren, sigan haciendo el bien a los demás”. Papa Francisco. Pienso que la invitación que nos hace el Papa es a comprender nuestra vida desde la dimensión de la entrega, de la donación con alegría, porque esa es la auténtica alegría que brota del corazón del ser humano tan necesitado del amor de Dios. Cuando logramos abrir nuestros corazones a Dios y a las necesidades de los demás, el horizonte de nuestra vida se abre y comienza a hacerse más plena en la medida que nos entregamos. Comprender lo que nos está invitando el santo Padre es ya un primer paso que estamos dando, el esfuerzo de responder a la llamada del amor de Dios en nuestra vida cristiana es una decisión que tomamos cada momento y cada día alcanzando por gracia de Dios ser agradables a ÉL.
Pbro. Abelardo Aviña Reyes Arquidiócesis de León
Universidad Lateranense – Teología Pastoral