Hoy es un día especial en el que recordamos la presentación de Jesús en el templo, signo de la luz que pudo descubrir Simeón y Ana, que colmó su esperanza y que da todo el sentido al hermoso llamado que hemos recibido de Dios a este estado de vida y con él la impronta de “ser signos visibles” de la presencia de Cristo en el mundo.
San Juan Pablo II señaló “la Iglesia necesita la aportación espiritual y apostólica de una vida consagrada, renovada y fortalecida”. Como parte de la Iglesia y con el carisma que hemos recibido, gracias a nuestro Padre Fundador, José María Cázares y Martínez, realizamos nuestro servicio en este Colegio Mexicano en las labores domésticas, con alegre generosidad, sintiéndonos enviadas y sostenidas en todo momento por el Espíritu Santo, teniendo como motor principal la Eucaristía y la oración.
Nuestro modelo de consagración al Señor es la Virgen María, por ello intentamos cada día acoger la gracia y llevarla a los demás en un seguimiento incondicional, muchas veces en el silencio “que solo Dios lo sepa” pero en la misma alegría. Al experimentarnos enviadas buscamos también que nuestra misión aporte a nuestros destinatarios la paz, la esperanza y la alegría de un Dios cercano que nos habla en todo momento.
Puede parecer inexplicable nuestra forma de vida pero la respuesta es que fuimos congregadas bajo el influjo del Espíritu Santo y es quien nos sostiene para realizar lo que canta el salmo 26 “ …que sea mi vida la luz…”
Nos encomendamos a sus oraciones, para que Dios nos siga concediendo un corazón generoso y seguir colaborando con nuestro granito de arena en la Iglesia. Así estaremos realizando el sueño de Cázares “vivir y hacer presente el Amor de Dios”, viviendo en una continua alegría que brota de un corazón agradecido por experimentarse amada, llamada y enviada.
Hermanas de los pobres, siervas del Sagrado Corazón,
Comunidad Colegio Mexicano, Roma.