Domingo 7 de mayo 2017, una jornada enmarcada con la elegancia de la palabra: “Gracias”, con la que los que habitamos en el Colegio Mexicano, buscamos expresar nuestro reconocimiento a los que con entrega, dedicación, y discreción son copartícipes de la de la misión de los Sacerdotes mexicanos en Roma que se forman para el bien de la Iglesia mexicana: las Hermanas de los Pobres, Siervas del Sagrado Corazón y cada una de las personas que con su trabajo colaboran en nuestro casa.
Eran las 11 de la mañana cuando comenzando con los acordes instrumentales y la entonado las voces el canto de entrada, inició la sublime acción de gracias para los Cristianos: La Eucaristía, ¿existe acaso una mejor manera de agradecer los beneficios recibidos que la de presentar delante del Señor, por medio de nuestro ministerio sacerdotal, los dones del vino y del Pan como ofrenda, en beneficio de los que desgastan sus vidas acompañándonos en nuestro misionar? Sin duda un momento muy especial.
La radiante luz del sol de mediodía provocaba el colorido de la bella jornada, que junto con el verde de los prados, el sonar de las voces y el encuentro fraternal de corazones agradecidos en torno a nuestra “Pineta”, se conjugaban para formar el escenario perfecto en el que se desenvolvería nuestra fiesta de la gratitud. No, no era un festejo común, era un festejo que se vivía con intensidad y se ofrecía desde el fondo del corazón, flotaba en el ambiente la hermosa sensación de estar juntos en la misma encomienda para agradar al Señor, evocando la vivencia de una comunidad que reconoce que necesita de la hermandad para hacer a la Iglesia andar.
Minutos después del mediodía, la bendición de los alimentos marcó la pauta para el deleite del paladar: el sabor sureño de nuestro México se puso de manifiesto cuando la Cochinita Pibil pudimos degustar, las virtudes culinarias de los hermanos Sacerdotes se unieron para que el agradecimiento se volviera aún más sentido y vivencial… y el postre: dulces que a nuestro México nos hicieron recordar. Ya en medio de este ambiente muy nuestro, muy mexicano, la música comenzó a sonar y algunas canciones típicas comenzamos a cantar junto con el grupo de Sacerdotes que amenizaba el lugar, incluso una invitada con su excelente voz nos quiso deleitar.
Sí, la gratitud era el marco en el que pudimos festejar a todos aquellos que nos hacen recordar que no estamos solos en esta misión, que vamos juntos con una sola voluntad: la de agradar al Señor que es nuestro Capitán en medio de este mar donde Él nos llama a navegar, que Él sea la fuerza que nos incite siempre a remar. A ustedes que día a día entregan su vida en nuestro Colegio: ¡Gracias!, desde el fondo de nuestro corazón: ¡Gracias!, que el Señor recompense todo lo que Ustedes por nosotros dan.
Carlos Valentín Fajardo Medina
Diócesis de Aguascalientes.