Hacer un recorrido por la necrópolis vaticana, como peregrino de fe, ha sido una experiencia extraordinaria, porque es estar caminando hacia el corazón de la Piedra que sostiene la Iglesia, ahí entre los estrechos pasillos se pueden contemplar centenares de mausoleos cristianos y paganos de los primeros siglos, pero, sobre todo, lo más maravilloso es poder estar de frente a la tumba del príncipe de los apóstoles.

La necrópolis se encuentra debajo del Baldaquino de Bernini, bajo la grandiosa cúpula de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro. Fue enterrada por mandato del Emperador Constantino I alrededor del año 318, cuando mandó construir la Antigua Basílica y permaneció relleno de tierra todo el complejo funerario hasta el año 1939. Fue descubierto cuando unos trabajadores excavaban los cimientos para la tumba del fallecido Papa Pío XI, después el Papa Pío XII (1939-1958) ordenó toda la excavación y en el radiomensaje de Navidad de 1950, afirmó: «Hemos encontrado la tumba de San Pedro»[1].

Recordemos que alrededor del año 65, San Pedro fue martirizado en el circo de Nerón, fue crucificado cabeza abajo por petición propia, ya que se consideraba indigno de morir como murió Cristo, y después fue sepultado en la necrópolis cerca del circo, en la ladera de la colina vaticana, situada al oeste del río Tíber, en una sepultura protegida por un templete, denominado el “Trofeo de Gaio”, ya que la palabra “Trofeo” significa “Triunfo”, y esta nos recuerda que éste que murió va a resucitar, porque al ser mártir, ya triunfó, ya ganó el cielo.

El sábado 9 de diciembre de 2018, tuve la oportunidad de celebrar la Santa Misa en la Capilla Clementina de la Basílica de San Pedro que es el lugar más cercano a la tumba de San Pedro, un tiempo preciso para agradecer a Dios la fe y el sacerdocio, he agradecido a Dios por todos sus beneficios y he pedido perdón por mis pecados. Que el ejemplo heroico de San Pedro, nos ayude a tener una adhesión más firme a Dios y su intercesión nos impulse a ser discípulos y misiones del Evangelio en nuestra sociedad.

P. Jesús Padilla Iñiguez

Diócesis de San Juan de los Lagos

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